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Respuestas de huasipungo

Respuestas de huasipungo

11. Viven en la misma miseria, su único bien es el huasipungo que creen de ellos, pero en realidad ni siquiera ese pedazo de tierra que tanto quieren es de ellos. Viven con mucha miseria y hambre porque no les pagan por sus trabajos, además cuando Alfonso tiene la orden de desalojar los huasipungos primero le quitan todas las plantas y hortalizas de su huerto y los dejan sin alimento para que se vayan. Las hambrunas que provoca esto empieza a terminar con algunas vidas de runas, los indios llegaron hasta el punto de tener que robarle a los demás para poder subsistir.

“El invierno, los vientos del páramo de las laderas cercanas, la miseria y la indolencia de las gentes, la sombra de las altas cumbres que acorralan, han hecho de aquel lugar un nido de lodo, de basura, de tristeza, de actitud acurrucada y defensiva. Se acurrucan las chozas a lo largo de la única vía fangosa; se acurrucan los pequeños a la puerta de las viviendas a jugar con el barro podrido o a masticar el calofrío de un viejo paludismo; se acurrucan las mujeres junto al fogón, tarde y mañana, a hervir la mazamorra de mashca o ellocro de cuchipapa; se acurrucan los hombres de seis a seis, sobre el trabajo de la chacra, de la montaña, del páramo, o se pierden por los caminos tras de las mulas que llevan cargas a los pueblos vecinos; se acurruca el murmullo del agua de la acequia tatuada a lo largo de la calle, de la acequia de agua turbia donde sacian la sed los animales de los huasipungos vecinos, donde los cerdos hacen camas de Iodo para refrescar sus ardores, donde los niños se ponen en cuatro para beber, donde se orinan los borrachos”. Pag. 8.

12. “Son unas bestias. No le hacen gozar a uno como es debido. Se quedan como vacas. Está visto... Es una raza inferior”.

Esto lo dice cuando se viola a la india Cunshi que estaba viviendo en su hacienda porque amamantaba al “señorito”. Lo dice porque estaba muy necesitado sexualmente y se basa en que la india no lo satisfizo como el necesitaba, y porque no pudo hacerlo la consideró de una raza inferior. Generalizó en que todos los longos/as eran inferiores.

13. La novela se sitúa, en su mayor parte en la hacienda de Alfonso Pereira, en Cuchitambo. Era un territorio que tenía muchos bosques que iban a ser explotados, también estaba llena de miseria en sus pueblos, y rodeada de huasipungos donde vivían los indios, en general era una hacienda bastante descuidada. Para llegar había que sortear diversas dificultades a pie, ya que no existía carretera. Sus pueblos, como Tomachi igual eran míseros. Colindaba cn otros pueblos como Filocorrales y Guamaní.

Pero al comienzo del libro Alfonso y su familia vivían en Quito, capital de Ecuador. Era la ciudad más civilizada del Ecuador, Alfonso y su familia vivían acomodadamente allí.

14. Porque a Lolita se le secó la leche de sus mamas y no pudo amamantar a su bebé, entonces don Alfonso ordenó a Policarpio que buscara dos o tres longas con cría, robustas y sanas para seleccionar una y que ella amamante al crío. Las indias seleccionadas no duraban mucho e iban cambiándose hasta que le tocó a Cunshi que hace poco también había tenido un guagua. La india que amamantaba vivía en la casa de don Alfonso y era bien cuidada y alimentada.

15. Después de que Andrés llegó con la carne del buey putrefacta al huasipungo, la cocieron y la devoraron, a pesar de su putrefacto sabor, porque estaban desesperados por comer algo. Pocos momentos después empiezan a sentir los malestares de haberse comido esa carne descompuesta sintiendo retortijones náuseas y fiebre, fue tan fuerte la infección y el dolor que Cunshi no pudo resistir y falleció a la mañana.


16. Se encuentra con una vaca de la hacienda que estaba extraviada, dudó, pero como no vio a nadie alrededor y la neblina estaba espesa, además estaba anocheciendo, aceptó sin vacilaciones la ayuda de Dios para mandar a Cunshi al cielo. Esperó la noche y arreando la vaca avanzó camino abajo con destino al pueblo del otro lado del cerro, donde no le conoce nadie. Al amanecer del siguiente día regresó de su aventura Andrés Chiliquinga. Las cosas habían cambiado para él, ya que volvía con diez billetes de a cinco escondidos en la faja que envolvía su cintura.

Después se que se supo del robo os interesados no cesaron de rastrear la pista del ladrón, y guiados por el olfato de los perros, por las huellas de las pezuñas, comparando las huellas supieron que era un indio. Se descubrió al ladrón ya que Andrés había gastado grandes sumas para pagar el entierro de Cunshi con dinero que era casi imposible que haya conseguido de un día para otro. Como el delincuente no podía devolver la vaca robada ni el costo de la misma, como el párroco alegó la imposibilidad de hacer transacciones y devoluciones con las cosas del Señor de los Cielos, al culpable se le cargó con cien sucres a la cuenta de anticipos como huasipunguero. Por otro lado, a don Alfonso le pareció indispensable hacer un escarmiento en pro de la moral de los indios decidiendo castigar públicamente en el patio del caserío de la hacienda. “Los runas verán con sus propios ojos que el robo, la pereza, la suciedad, la falta de respeto a las cosas del amo, sólo conducen a la sanción ejemplar, al castigo, a las torturas del látigo” dijo don Alfonso al teniente político Jacinto Quintana. Desnuda la espalda y el pecho hasta el ombligo, se le ató una huasca a los pulgares. Los policías y los huasicamas comedidos echaron la cuerda por encima de la pequeña horqueta abierta en la punta de la estaca. Al quedar suspendido crujieron levemente los huesos de Andrés Chiliquinga y la huasca se templó. Después sonaron los latigazos sobre el silencio taimado de la muchedumbre. Desde un rincón donde había permanecido olvidado, con salto felino se abalanzó el hijo de Cunshi a las piernas del hombre que azotaba a su padre y le clavó un mordisco de perro rabioso, teniente político, policías y huasicamas domaron a golpes al pequeño. Luego siguieron con el castigo al pobre indio Andrés.

17. Respetan sobre todo al cura, porque él los engaña siempre diciéndoles que si no cumplen lo que dice no quieren ir por el camino de Dios, de Taita Diosito, y tendrán que ser castigados en el infierno. Entonces los indios lo respetaban mucho por eso y no podían llevarle la contraria o sino irían al Infierno. También respetaban al patrón Alfonso, al teniente político, al tuerto Rodríguez, porque sino les hacían caso podían perder sus huasipungos y ser castigados o incluso matados.

18. Porque los gringos habían ordenado la limpieza de los huasipungos para que ellos pudieran construir sus casas lujosas. Porque estaban furiosos y decidieron defender a muerte el único bien que era de ellos y donde habían pasado toda su vida, por el profundo apego al pedazo de tierra y al techo de su huasipungo, impulsado por el buen coraje contra la injusticia, instintivamente. Entonces los cholos iban con hombres con armas de fuego a matar a los indios rebeldes y cumplir su objetivo.

19. Los indios estaban en rebelión defendiendo sus huasipungos. Los cholos comandados por Jacinto Quintana y el tuerto Rodríguez fueron con armas de fuego a desalojar o simplemente matar a los indios que no cumplieran con la orden de abandonar sus huasipungos e irse a la montaña. Cinco cadáveres, entre los cuales se contaban el de Jacinto Quintana y el del tuerto Rodríguez, quedaron tendidos por los chaquiñanes del cerro en aquel primer encuentro que duró hasta la noche. Inmediatamente después de enterarse de lo ocurrido, Don Alfonso con mucho miedo además porque se sentía el grito de los indios que iban atacar la hacienda, sugirió huir a Quito con Policarpio y allá hablar con las autoridades para resolver el problema a bala. A la mañana los indios atacaron la casa y liberaron a las servicias, a los huasicamas y a los pongos. En la despensa se abastecieron de provisiones, luego huyeron al cerro de sus huasipungos. En Quito las autoridades de gobierno enviaron doscientos hombres de infantería para sofocar la rebelión. En los círculos sociales y gubernamentales las opiniones eran las mismas: que los maten sin piedad. Los soldados llegaron a la ladera del cerro al mando de un experimentado comandante. Patrullas de soldados empezaron a dar caza a los indios que se ocultaban donde podían, al principio fue muy fácil para ellos debido al pánico inicial de los runas y la efectividad de las armas de fuego. Muy entrada la tarde los runas sobrevivientes se replegaron en el huasipungo del líder Andrés, que estaba muy bien ubicado y protegido ya que había que subir una cuesta empinada para llegar. Atacaron a los soldados con rocas desde arriba, pero los soldados atacaron con metralletas y liquidaron a varios. Los pocos runas sobrevivientes se atrincheraron en la choza de Andrés, los soldados descargaron ráfagas de ametralladora que no tardaron en prender fuego en la choza, los runas se asfixiaban y tuvieron que abrir la puerta y exponerse a las balas. Andrés retiró precipitadamente las trancas, agarró al hijo bajo el brazo -como un fardo querido- y abrió la puerta.

-jSalgan, caraju, maricones!

El viento de la tarde refrescó la cara del indio. Sus ojos pudieron ver por breves momentos de nuevo la vida, sentirla como algo... "Qué carajuuu", se dijo. Apretó el muchacho sobre el sobaco, avanzó hacia afuera, trató de maldecir y gritó, con grito que fue a clavarse en lo más duro de las balas:

-jNucanchic huasipungooo!

Luego se lanzó hacia adelante con ansia de ahogar a la estúpida voz de los fusiles. En coro con los suyos que les sintió tras él, repitió:

-jÑucanchic huasipungooo, caraju!

De pronto, como un rayo, todo enmudeció para él, para ellos. Pronto, también, la choza terminó de arder. El sol se hundió definitivamente. Sobre el silencio, sobre la protesta amordazada, la bandera patria del glorioso batallón flameó con ondulaciones de carcajada sarcástica. ¿y después? Los señores gringos.

Al amanecer, entre las chozas deshechas, entre los escombros entre las cenizas, entre los cadáveres tibios aún, surgieron, como en los sueños, sementeras de brazos flacos como espigas de cebada que al dejarse acariciar por los vientos helados de los páramos de América, murmuraron con voz ululante de taladro.

-jÑucanchic huasipungooo! -jÑucanchic huasipungo!

20. Valores:

La lucha, la persistencia: ya que los indios nunca dejaron de luchar por tener sus derechos, siempre fueron persistentes, lucharon hasta morir por defender sus huasipungos, por defender su vida.

El amor: que sentían los indios por sus huasipungos y por sus familias. El amor de los runas hacia sus tierras y la naturaleza, el amor que fue infinito.

Antivalores:

La explotación y crueldad: que sufren los pobres indios teniendo que trabajar todo el día sin recibir ningún pago, teniendo que resistir la miseria y el hambre de todos los días, teniendo que sacrificar hasta sus vidas para que Alfonso y los gringos sin sentimientos obtuvieran beneficios puramente económicos

La codicia: que tiene Alfonso, llevándolo a explotar inhumanamente a los runas. Haciéndolos trabajar en terribles condiciones y sin pagarles nada, ya que todo tenía que ser para él, él mandaba y era dueño de todo, incluso hasta de la vida de los indios.

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